Todos hemos conocido a aquellas personas que pueden comer “lo que quieran” sin subir de peso, también hemos conocido a algunos que dicen “ yo huelo el chocolate y engordo”. Porque se produce este fenómeno? frecuentemente, ni unos, ni otros aciertan a dar con la respuesta, el desconocimiento acerca del cuerpo humano, su funcionamiento y la labor que en el desarrollan los alimentos, tiene una larga tradición. tradición fomentada por una educación que destina poco tiempo a asignaturas que traten con una educación para la salud, y medios de comunicación interesados solo en aquello que sea rápido y fácil.
La grasa corporal no es ni mas ni menos que calorías almacenadas. El cuerpo humano posee una capacidad extraordinaria para acumular calorías en forma de grasa. El origen de esta capacidad se remonta a cuando nuestros antepasados habitaban en cuevas, sin supermercados y sin controles remotos, tan solo hombres, de aspecto aun simiesco, a la búsqueda de animales a los cuales cazar y con los cuales alimentarse. La primera causa de mortalidad de lo que seria el genero humano era el hambre.
Para eludir la muerte nuestro antepasado comía hasta atiborrarse, es lógico, no sabia cuando seria su próxima comida, simplemente comía absolutamente todo lo que podía. Esto representaba enormes cantidades de comida en una sola ingestión lo que pasaba a engrosar las filas de las células adiposas. Estas células mejoraron su capacidad para retener grasa, en efecto, aquellos que no lo podían hacer de manera eficaz morían a causa del hambre, los mejores sobrevivieron... y nos engendraron.
El conocido principio darwiniano de la supervivencia del mas apto tiene en el hombre uno de sus mejores ejemplos.
A pesar del paso del tiempo, aun somos herederos genéticos de aquellos primeros humanos, la genética de una especie no es algo que se modifique sino en el transcurso de varios cientos de miles de años. Sin embargo el entorno ambiental del hombre si se modifico mucho mas rápidamente, se transformo en un entorno social y cultural, el hombre abandonó el peregrinar permanente por la tierra y se estableció en un lugar, descubrió la agricultura, almaceno sus granos y por fin, tuvo por primera vez la posibilidad de planificar sus comidas... algo para lo que indudablemente no estaba preparado genéticamente.
La genética es entonces la que define en buena medida que capacidad tendrá el cuerpo para almacenar grasa y el grado de capacidad para conservarla, o lo que es lo mismo, las dificultades que debemos enfrentar para deshacernos de ella. Las estadísticas muestran que los padres obesos suelen engendrar hijos obesos. No se debe solo a malos hábitos alimentarios o teorías psicológicas que relacionan comida y cariño, por cierto, la obesidad en el ultimo trimestre del embarazo de una mujer determinara en buena medida la cantidad de células adiposas que tendrá el niño al nacer y marcara el futuro de su relación con la grasa corporal.
De la misma manera la genética determina nuestro metabolismo basal, es decir la velocidad que tendrá nuestro cuerpo para consumir el alimento ingerido en cumplimiento de sus funciones naturales, aun en reposo nuestro cuerpo esta continuamente gastando energía. Aquellos que no engordan nunca “coman lo que coman” se benefician de tener un metabolismo rápido, que les exige una mayor ingestión de calorías, lo que fue una debilidad en las cavernas es una ventaja relativa en el mundo de hoy. Quienes tienen un metabolismo basal lento (aquellos que huelen el chocolate y engordan) deben cuidarse especialmente en las comidas pero es también una ventaja
saber que en realidad necesitan menos calorías totales.
No existen entonces verdaderos misterios a la hora de sumar o restar kilos, todos tenemos una necesidad de calorías, que puede ser mayor o menor de acuerdo a nuestro metabolismo basal, a partir de allí debemos alcanzar esa cifra con un reparto adecuado de macro nutrientes, y manipularla en nuestro propio beneficio, subirla o bajarla de acuerdo a nuestros requerimientos diarios. Este hecho debería alertarnos contra la uniformidad de las dietas que prescriben lo mismo para personas diferentes.
Descubrir ese numero de calorías que gastamos “solo con vivir” es la primera llave para evitar el colesterol, las enfermedades del corazón y los innumerables problemas físicos y culturales que acarrean unos cuantos kilos de mas. La segunda es el ejercicio, ese remedo de la “cacería” de nuestros predecesores cavernícolas, el medio por el cual el nuestros excesos se transforman en bienestar y salud.
La genética es entonces la que define en buena medida que capacidad tendrá el cuerpo para almacenar grasa y el grado de capacidad para conservarla, o lo que es lo mismo, las dificultades que debemos enfrentar para deshacernos de ella. Las estadísticas muestran que los padres obesos suelen engendrar hijos obesos. No se debe solo a malos hábitos alimentarios o teorías psicológicas que relacionan comida y cariño, por cierto, la obesidad en el ultimo trimestre del embarazo de una mujer determinara en buena medida la cantidad de células adiposas que tendrá el niño al nacer y marcara el futuro de su relación con la grasa corporal.
De la misma manera la genética determina nuestro metabolismo basal, es decir la velocidad que tendrá nuestro cuerpo para consumir el alimento ingerido en cumplimiento de sus funciones naturales, aun en reposo nuestro cuerpo esta continuamente gastando energía. Aquellos que no engordan nunca “coman lo que coman” se benefician de tener un metabolismo rápido, que les exige una mayor ingestión de calorías, lo que fue una debilidad en las cavernas es una ventaja relativa en el mundo de hoy. Quienes tienen un metabolismo basal lento (aquellos que huelen el chocolate y engordan) deben cuidarse especialmente en las comidas pero es también una ventaja
saber que en realidad necesitan menos calorías totales.
No existen entonces verdaderos misterios a la hora de sumar o restar kilos, todos tenemos una necesidad de calorías, que puede ser mayor o menor de acuerdo a nuestro metabolismo basal, a partir de allí debemos alcanzar esa cifra con un reparto adecuado de macro nutrientes, y manipularla en nuestro propio beneficio, subirla o bajarla de acuerdo a nuestros requerimientos diarios. Este hecho debería alertarnos contra la uniformidad de las dietas que prescriben lo mismo para personas diferentes.
Descubrir ese numero de calorías que gastamos “solo con vivir” es la primera llave para evitar el colesterol, las enfermedades del corazón y los innumerables problemas físicos y culturales que acarrean unos cuantos kilos de mas. La segunda es el ejercicio, ese remedo de la “cacería” de nuestros predecesores cavernícolas, el medio por el cual el nuestros excesos se transforman en bienestar y salud.
La Verdad sobre la grasa corporal.
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