Hay casi tantas como letras en el abecedario. Están en las plantas pero el hombre, desde hace cosa de un siglo, las produce de manera sintética. En ese entonces nadie imaginó el
boom que iban a desatar en el mundo moderno, siempre obsesionado por la salud. A las vitaminas, un invento científico que se le debe al químico polaco Casimir Funk, se les intenta sacar partido para obtener múltiples beneficios en la salud y en la belleza.
Al principio sólo se utilizaban para suplir deficiencias nutricionales, pero cada nueva investigación le fue agregando un atractivo uso. Así, a la A se le encontró la propiedad de mejorar la elasticidad de la piel; a la B, estimular la memoria y combatir la depresión; a la C y la E, ayudar a mejorar el sistema inmunológico y mantener la juventud del organismo; a la D, contribuir a la formación de dientes y huesos. Los ejemplos son un pequeño universo.
Poco a poco los estudios les fueron colgando más beneficios a todas las vitaminas. El mundo conoció, por cuenta de la Asociación Médica Americana, que el complejo B estimula la memoria y combate la depresión. Esa misma institución demostró la importancia de algunas vitaminas como la D para mantener una buena salud ósea. Sin embargo, los mayores honores se los llevan la C y la E que se relacionaron con uno de los grandes enigmas de la humanidad: la eterna juventud.
La esperanza de eludir las huellas de los años en la piel con una simple combinación de vitaminas C y E se puso en boga hace una década, luego de las pruebas que demostraron que atacaban a los llamados radicales libres causantes del envejecimiento y de enfermedades como el cáncer. El propio Linus Pauling, premio Nobel de Medicina, a sus 93 años de edad se describió como el mejor ejemplo de juventud y buena salud gracias al uso, desde hace 27 años, de las dos vitaminas.
Más allá de los resultados obtenidos por el Nobel, los beneficios de las vitaminas se propagaron entre la población mundial y lograron inquietar a los científicos. Una sola década bastó para acumular cientos de investigaciones de rigurosa seriedad. La Universidad de Cambridge, por ejemplo, realizó un estudio con pacientes de enfermedad coronaria que redujeron los síntomas, hasta en un 70 por ciento, con tratamiento a base de vitamina E. Como si fuera poco, un equipo científico alemán encontró recientemente que la misma vitamina es una nueva herramienta para obtener mayor protección contra los rayos solares.
Con esos argumentos, el uso de las vitaminas se disparó en forma desmedida entre la población sana que hoy las consume para prevenir enfermedades, llegando inclusive al abuso (en Colombia se estima que el 80 por ciento de las personas utiliza algún tipo de vitamina sin recomendación médica).
Cualquier razón es valedera para los vitaminómanos. Los
sondeos que han realizado las casas farmacéuticas muestran que las mujeres las usan para la piel o para evitar trastornos producidos por la congestión premenstrual y la inflamación de los senos; los hombres para aprovechar su acción sobre la salud sexual y disminuir los riesgos de infertilidad.
EL 80 POR CIENTO DE LA POBLACIÓN SANA EN EL PAÍS USA ALGUNA VITAMINA.
Sin embargo, el médico internista Carlos Sánchez afirma que las vitaminas en forma sintética sólo deben usarse para lo que son: para cooperar con el organismo en momentos en que la alimentación no es suficiente. "Algunos ancianos pueden tener deficiencias nutricionales porque no comen adecuadamente. También las mujeres embarazadas que deben alimentar a un nuevo ser. Para el resto de la población la mejor manera de adquirir las vitaminas es a través de los alimentos". Pero hay voces para todas las ideas. El cardiólogo Luis Moya es un convencido de la necesidad de usar las vitaminas en forma sintética, porque "son una excelente alternativa terapéutica para evitar el daño que producen las grasas en el organismo".
Lo cierto es que los ojos de la comunidad científica no le pierden movida al mundo de las vitaminas. Según el cardiólogo Enrique Melgarejo, actualmente hay un desconcierto por los resultados de las nuevas investigaciones, que están demostrando que milagro y vitamina son palabras que no siempre se conjugan como la gente cree. "Al parecer, la protección contra los radicales libres no la dan las vitaminas sino el estilo de vida". Lo que, en lenguaje corriente, podría llamarse vida sana. Sana y vitamínica.
EL 80 POR CIENTO DE LA POBLACIÓN SANA EN EL PAÍS USA ALGUNA VITAMINA.
Sin embargo, el médico internista Carlos Sánchez afirma que las vitaminas en forma sintética sólo deben usarse para lo que son: para cooperar con el organismo en momentos en que la alimentación no es suficiente. "Algunos ancianos pueden tener deficiencias nutricionales porque no comen adecuadamente. También las mujeres embarazadas que deben alimentar a un nuevo ser. Para el resto de la población la mejor manera de adquirir las vitaminas es a través de los alimentos". Pero hay voces para todas las ideas. El cardiólogo Luis Moya es un convencido de la necesidad de usar las vitaminas en forma sintética, porque "son una excelente alternativa terapéutica para evitar el daño que producen las grasas en el organismo".
Lo cierto es que los ojos de la comunidad científica no le pierden movida al mundo de las vitaminas. Según el cardiólogo Enrique Melgarejo, actualmente hay un desconcierto por los resultados de las nuevas investigaciones, que están demostrando que milagro y vitamina son palabras que no siempre se conjugan como la gente cree. "Al parecer, la protección contra los radicales libres no la dan las vitaminas sino el estilo de vida". Lo que, en lenguaje corriente, podría llamarse vida sana. Sana y vitamínica.
Vitaminas: Las Letras De La Vida.
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